Un jubilado aparece muerto, acuchillado en el ascensor del edificio donde vive. Montalbano irá investigando piso por piso, quién era y cuando fue la última vez que lo vieron con vida.Al mismo tiempo, a bordo de un pesquero italiano, ha muerto un tripulante tunecino por los disparos de una patrullera tunecina. Según la versión del patrón, estaban en aguas internacionales. Según las autoridades tunecinas, estaban faenando en sus aguas, les habían dado el alto y el pesquero, al darse la fuga, fue conminado a detenerse con una ráfaga de advertencia provocando accidentalmente esa desgracia.
Para los que no hayan leído esta tercera entrega de Montalbano, se la recomiendo. No solo por la historia en sí, sino por cómo nos describe a su inspector. Es un inspector que se ve cuestionado por Livia, su novia genovese, quien le acusa de jugar a ser Dios castigando a unas vecinas que no denunciaron la muerte del hombre porque no fueran a dar que hablar a la gente y premia a un vecino que subió con el muerto en el ascensor (no podía ir por las escaleras con toda la compra) comprándole la botella de vino que se le había caído junto al cadáver. Es un Montalbano inmaduro, que negocia su «no ascenso», que tiene miedo de afrontar la muerte de su padre y que se muestra abiertamente celoso y displicente con su amigo Mimi. Fazio sale mejor parado en esta aventura. Desde mi punto de vista, es quizá la novela más oscura, o al menos una de las más oscuras (la imagen del coronel de los servicios secretos, el pasado de Montalbano, el niño huérfano…) en el que reúne más miserias humanas (la inmigración, cómo se gana la vida Karima, la muerte…) y con un humor más negro. Los diálogos con los vecinos del inmueble donde aparece el muerto son para enmarcar.Por último, la carta de Montalbano a Livia (no voy a revelar el contenido) pone un punto de luz y optimismo en el futuro… Para los que no hayan leído «La voz del violín», no se hagan muchas ilusiones.