James Ellroy se inspiró para escribir esta novela en el asesinato real de Elisabeth Short, apodada por la prensa como La Dalia Negra. Encontraron su «cuerpo seccionado a la altura del ombligo» y graves mutilaciones.
El narrador es el detective Bleichert: «No la conocí en vida. Existe para mí a través de los otros, mediante la evidencia de lo que su muerte les obligó a hacer. Trabajando en retrospectiva, buscando solo hechos, la reconstruí bajo la forma de una muchachita triste y una puta, en el mejor de los casos como alguien que-pudo-ser… una etiqueta que también podría aplicárseme a mí.»
El otro protagonista es Lee Blanchard, tiene en común con Bleichert que son boxeadores y policías y poco más. Sus carreras dentro del cuerpo y sus vidas han ido por caminos diferentes. Blanchard ha podido ascender por «combates privados a los que asistían los peces gordos de la policía y sus amigotes de la política» y tiene pareja, Kay Lake, «se enamoró de una de las chicas de los ladrones, lo cual le impidió engrosar las filas de detectives cuando la chica se fue a vivir con él». Bleichert soltero, ha corrido el riesgo de ser expulsado de la academia porque su padre pertenecía a la Bund germano-estadounidense (estamos en la Segunda Guerra Mundial) y hubo de delatar a «chicos de ascendencia japonesa con los cuales había crecido para así asegurar su posición dentro del Departamento de Policía de Los Ángeles».
Tres años después de que se conocieran en los disturbios raciales en Los Ángeles serán compañeros en la Brigada Criminal Central. «Lo que sigue atormentándome es aquel Cherchez la femme pronunciado con voz inexpresiva. Porque nuestra relación no fue sino un torpe camino hacia la Dalia. Y, al final, ella acabaría poseyéndonos a los dos por completo». Los dos policías se convertirán en amigos y pronto se verá que Bleichert se siente atraído por Kay Lake y es correspondido. Sin embargo, se interpondrá el asesinato de Elisabeth Short, la Dalia Negra. Se convertirá en una auténtica obsesión, donde saldrá lo peor de cada uno de los investigadores porque en esta novela, como en todas las de Ellroy, no existen personajes buenos, todos cometen ilegalidades, corrupciones, abusos de autoridad y, en el caso de nuestros dos protagonistas, su particular descenso a los infiernos.
En el trasfondo están los secundarios como Ellis Loew, ayudante del fiscal del distrito, «el trepa», quien proporciona «información confidencial sobre la Dalia, siempre que en sus titulares no hicieran mucho hincapié en la vida licenciosa de Betty Short y la retrataran como una chica buena que se había desviado un poco del camino»; los testimonios de los testigos («cuanto más los escuchaba más hablaban de ellos mismos, entrelazando sus tristes cuentos con la historia de la dalia negra, quien ellos creían que era realmente una sirena glamurosa, lanzada al estrellato de Hollywood. Era como si hubieran intercambiado sus propias vidas por una espectacular muerte en primera página»); jóvenes que no logran su sueño de actrices y acaban prostituyéndose o en la pornografía; traficantes; mujeres fatales; empresarios que hacen valer sus donaciones e influencias; los periodistas; racismo, corrupción y las cuentas pendientes del pasado que siempre pasan factura. Aparecen también personajes que continuarán en las siguientes novelas del Cuarteto de Los Ángeles: el detective Stensland o Dudley Smith «alto, tirando a obeso y rubicundo; nacido en Dublín, criado en Los Ángeles. Hombre fuerte de cada jefe de policía de Los Ángeles desde Dick Steckel. Siete hombres muertos en cumplimiento del deber».
La Dalia Negra significó el salto cualitativo para la obra de James Ellroy. De hecho, según contó el mismo autor, cuando escribió la última página, lloró. Esta novela, la séptima de de su carrera, fue su primer bestseller.
En la biografía de James Ellroy de Steven Powell, Love Me Fierce in Danger, cuenta que el presupuesto de publicidad para la novela era de quince mil dólares. Ellroy ofreció a la editorial, Warner Books, reinvertir todo el dinero que le habían dado por los derechos, cincuenta mil dólares menos los cinco mil de comisión de su agente, en la promoción a cambio de que duplicaran su presupuesto. La editorial aceptó y La Dalia Negra contó con setenta y cinco mil dólares para publicitarla. Durante tres meses estuvo viajando por todo Estados Unidos concediendo entrevistas, visitando librerías y cuando entre evento y evento había días sueltos, Ellroy llamaba a las librerías para ofrecerse a ir a firmar sus libros. No todo fue un éxito, «en una librería Ellroy se encontró con que no vendió un solo libro y se vio rogando a un cliente que le comprara un ejemplar». Si lo compró, seguro que no se arrepintió (al contrario del que pagó la entrada para ver la adaptación cinematográfica de Brian de Palma).