El policía que ríe es la cuarta entrega del comisario Martin Beck. La novela arranca en una lluviosa tarde del 13 de noviembre. Esa tarde, todos están concentrados en la manifestación «ante la embajada de Estados Unidos, sita en Strandvägen, y a lo largo de las calles adyacentes, cuatrocientos doce policías se enfrentaban a aproximadamente el doble de manifestantes. Los agentes del orden iban provistos de bombas de gas lacrimógeno, pistolas, látigos, porras de goma, coches, motocicletas, estaciones de onda corta, megáfonos de pilas, perros policía y caballos alborotados. Los manifestantes no tenían más arma que una misiva y pancartas de cartón, que comenzaban a deslavazarse bajo la lluvia torrencial».

Un autobús tiene un accidente, se sale de la carretera y queda «atravesado en mitad de la acera de Norra Stationsgatan». Un testigo avisa a una patrulla de policías que hacía todo lo posible por evitar trabajar. Cuando se personan en el lugar dan la voz de alarma. y enseguida reclaman la presencia de Martin Beck:

«Nadie sabía nada cierto, pero había una palabra que pasaba entre susurros de unos a otros y que no tardó en extenderse en círculos concéntricos, primero entre las filas de mirones y los edificios aledaños, luego a toda la ciudad y que finalmente adquirió unos contornos cada vez más precisos, proyectándose sobre el país entero. A esas alturas, el rumor ya había llegado mucho más allá de las fronteras.

Matanza.

Matanza en Estocolmo.

Matanza en un autobús de Estocolmo».

Habrá ocho víctimas, una de ellas un policía con el que Martin Beck trabajaba. Es un misterio qué hacía en ese autobús, pero de alguna forma intuyó el peligro o reaccionó a él porque llegó a desenfundar su arma reglamentaria. Su novia, Asa Torell, pensaba que estaba trabajando, cuando realmente libraba. De hecho, las últimas tres semanas «ha estado trabajando día y noche», aunque sus compañeros saben que no había mucha labor en la comisaría.

Los investigadores analizarán la vida de cada uno de los viajeros, recrearán el viaje de cada uno de ellos y las posibles relaciones entre ellos en función de cómo se sentaban en el autobús de dos plantas. Interrogaran a los familiares y descubrirán infidelidades, amistades extrañas. Sin que nada parezca conducir a una hipótesis fiable.

A esto hay que añadir que el único superviviente de la matanza, en estado crítico, muere a los pocos días sin que pueda revelar nada que sirva a la policía para avanzar y, peor aún, muchas de las pruebas que pudiera haber en el autobús están contaminadas por la negligencia de los policías de la patrulla que accedieron al interior sin tomar las medidas pertinentes.

«La investigación, decían, había entrado en punto muerto. La policía había ocultado a su único testigo importante. La policía había mentido descaradamente a la prensa y a la opinión pública.

Si la prensa y ese Gran Detective que es la opinión pública no recibían una información veraz, ¿cómo pretendía luego la policía recabar ayuda?»

Indagarán en la vida del policía muerto por si fuera siguiendo a algún criminal. Registrarán sus pertenencias y en el cajón de su escritorio, hallarán unas fotografías comprometedoras de su novia, pero nada más. Únicamente el arma empleada, una metralleta, «modelo 37, tipo Suomi», antigua puede darles un hilo del que tirar.

En El policía que ríe conocemos algo más de la intimidad de Martin Beck. Tiene una hija, Inga, de dieciséis años, «últimamente había madurado bastante y Martin Beck tenía cada vez mejor relación con ella». El comisario se separa cada vez más de su mujer, ahora «acababa de comprar el sofá cama y abandonar el dormitorio común, pretextando que no quería molestar a su mujer cuando llegaba tarde por las noches».

«Con los años su relación había ido empeorando y dejar de compartir cama supuso un alivio para Martin Beck. Este sentimiento a veces le daba remordimientos, pero tras diecisiete años de matrimonio la cosa no tenía ya mucho remedio, y hacía ya tiempo que había dejado incluso de plantearse quién tenía la culpa».

También Maj Sjöwall y Per Wahlöö nos muestran especialmente cómo afecta la muerte del policía a los compañeros y a la novia: depresión, remordimientos, arrepentimientos…

En el trasfondo de las investigaciones siempre hay una crítica social, el grupo del comisario Martin Beck visitará pisos donde se hacinan inmigrantes, hay tráfico de drogas, maridos que asesinan a sus esposas, prostitución, denuncia de la falta de medidos de la policía y cómo va degenerando la seguridad («Solo en el trayecto comprendido entre las estaciones de Alvik y Fridhemsplan he visto como mínimo a quince personas que, de haber estado en mi tierra, en Sundsvall, habrían sido inmediatamente detenidos por la policía»), el sentimiento de desprotección de los ciudadanos, el consumismo porque «aunque faltaba más de un mes hasta Navidad, la orgía publicitaria había comenzado ya y la histeria consumista se extendía rauda e inexorable como la peste negra por las calles comerciales engalanadas. La epidemia resultaba irresistible y no había lugar alguno al que huir. Invadía casas y pisos, envenenando y sometiendo todo a su paso. Los niños lloraban de hartazgo y los padres de familia estaban ya endeudados hasta el verano siguiente».

Por último, termino con dos curiosidades. La primera, el origen del título de la novela está tomado de la primera canción de un disco de vinilo que la hija de Martin Beck le regala al comisario. La segunda, no sé si como homenaje, pero la cuarta novela de Henning Mankell llevará por título El hombre que ríe (el argumento es distinto).

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