Campo de cebollas es la tercera de novela de Joseph Wambaugh. Sus dos primeras obras, Nuevos centuriones (New Centurions) en 1971 y El caballero azul (Blue Knight) en 1972 le habían convertido en un escritor famoso, pero aún seguía ganándose la vida como policía en el departamento de Los Ángeles.

De hecho, hubo de tomarse una excedencia de tres meses para escribir Campo de Cebollas. Antes había entrevistado a sesenta personas que tuvieron relación con el caso y se había leído las miles de páginas de los sucesivos juicios del asesinato de un policía a manos de Gregory Powell y Jimmy Smith, sentenciados inicialmente a la pena de muerte, a los que visitó en prisión.

Sí, es un caso real. Joseph Wambaugh nos relata la vida de los cuatro protagonistas años antes de que la noche del sábado los dos policías dieran el alto a un coche porque les había llamado la atención el atuendo de sus dos ocupantes.

Ian Campell y Karl Hettinger habían congeniado rápidamente en la patrulla. Los dos habían sido marines y los dos habían estado en transmisiones. Sus caracteres se complementaban «no hay nada más importante para un patrullero que el compañero con la que compartirá más horas de vigilia que con una esposa, de quien ha de depender más de lo que un hombre debería, con quien compartirá la fealdad y el tedio, el humor y el asombro». Los dos estaban casados. Ian Campbell padre de dos niñas, Valerie y Lori, y obsesionado con tocar el pibroch, en especial una pieza de música de gaita clásica con un título premonitorio. Karl Hettinger tiene un hijo con Helen Davis.

Antes de ser compañero de Campbell, Hettinger había trabajado en la división de vicio, pero cuando completó el servicio cambió de destino:

«Estaba harto del contacto íntimo con gente miserable, harto del olor dulzón y enfermizo a vino y sudor rancio y vómito que impregnaba los coches patrulla hasta que al cabo de un rato creías olerlo en todas partes. Era paciente y disfrutaba con los niños y le inquietaban la tragedia de los adolescentes vagabundos que veía en Hollywood por la noche. Cuando mencionó a un compañero que los jóvenes vagabundos le molestaban, el compañero gruñó y dijo: «¿Quieres salvar el mundo, eh?». Y Karl sonrió cohibido».

Gregory Powell creció en una familia donde, ante una madre enferma y un padre ausente, él se hace cargo de sus hermanos. Sin embargo, cuando la madre sospechosamente recuperada intenta retomar su posición y autoridad, Greg se revolvió y con quince años se escapó de casa. Hace autoestop y un reverendo le recoge y le llevará a su comunidad. «Unas pocas noches después el cura llevó a Greg a la cama con él». Acabará volviendo a casa para evitar el reformatorio. La situación no habrá mejorado, además odiaba la escuela y se sentía atraído por Archie con el que robará un coche y se fugará. Será detenido y enviado de vuelta a casa con un año de libertad condicional. No tardará en incumplirla y comenzar un periplo de entradas y salidas de prisión.

Jimmy Smith lo conocemos con anécdotas de su pasado, entre ellas cuando con trece años pensó ganarse un dinero trayendo clientes a prostitutas. También tendrá un historial delictivo a sus espaldas y un día le presentarán a Gregory Powell. Inicialmente serán una banda de tres, con Jimmy Smith al volante, que atracará tiendas. Luego, serán solo Gregory y Jimmy los que irán dando distintos golpes y cambiando de ciudad. Hasta que esa noche se enfrenten con Ian Campell y Karl Hettinger, los desarmen y los secuestren. Uno de los dos policías será ejecutado y el otro logrará escapar a través de un campo de cebollas.

Wambaugh fue un paso más allá y siguió cómo afectó el hecho al compañero del policía muerto, esa era la parte que más le interesaba. El autor refleja detalladamente el tormento que sufrió: Primero la curiosidad del resto de los agentes por saber cómo ocurrió y por qué ocurrió, luego la reacción de las autoridades policiales que crearon un protocolo que culpabilizaba al agente superviviente de lo sucedido con unas reglas que no tenían verdadera aplicación práctica, las noches en vela, el calvario del agente al testificar una y otra vez en las sucesivas repeticiones del juicio, el mantener la honestidad en su relato al no recordar quién fue el que remató a su compañero en el suelo…

Es una novela dura, sin concesiones, donde hay momentos que indigna la dejación de los mandos policiales y los compañeros de comisaría, el abandono del policía superviviente por parte de las autoridades, la manipulación de la justicia por abogados que emplean todas las artimañas legales para evitar la condena a muerte de sus defendidos. A su vez, los culpables juegan todas sus cartas para esquivar la sentencia hasta planear la fuga. En paralelo el policía superviviente se hunde cada vez más y más hasta ser expulsado del cuerpo. No les cuento más del argumento de la novela, les dejo el comentario de James Ellroy que cuando leyó esta novela no era un ejemplo de buena conducta: «El libro me conmovió, me asustó y me reprochó la despreocupación de mi vida. El libro me sacó tenuemente de mí mismo y me hizo ver a la gente en un suspiro. Me cambió la vida».

Como curiosidad, la idea de escribir esta novela le vino a Wambaugh cuando expulsaron al policía del cuerpo por un delito menor «pensé que tendría que tener algún tipo de relación con el secuestro». A Wambaugh «este caso siempre me había fascinado porque estaba en el trabajo cuando ocurrió» y había visto al agente unas cuantas veces en la comisaría. Años después Wambaugh confesó que cuando le preguntó al policía qué le había parecido Campo de cebollas, la contestación fue la mejor reseña que obtuvo en su vida: «No me hizo sentir mal». Como lectores sí sentirán mal, pero nadie dijo que la vida fuera sencilla, justa y feliz. Esa novela nos lo recuerda.

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