Palop juega sucio es una novela negra como las de antes, de las del género «pulp». Una novela corta con acción a raudales y comentarios descarnados de su protagonista, Palop, exempleado de La Agencia. Esto no será óbice, más bien al contrario, para que La Agencia contrate sus servicios. 

El contacto de Palop en La Agencia es «el Chimpacé. Él lo ignora, pero lleva colgado de la chepa ese mote desde que Franco era corneta, por lo menos. Y no me extraña; realmente parece el hijo bastardo de Copito de Nieve, con la misma mala leche y todo». En esta ocasión, su misión será liberar a Pilar, «Pilarín para los amigos, hija veinteañera de una ministra del recién elegido nuevo gobierno, con sangre azul y una fortuna familiar de enjundia, y de un Grande de España con vínculos con el Opus». La mujer ha sido raptada por un grupo terrorista, Libertad Verdadera, recién creado y que necesita financiación. Junto con el encargo y un generoso adelanto, le facilitan un dossier con los nombres de los tres terroristas que acabaron con la vida de dos guardaespaldas e hirieron gravemente a un tercero. Ahora Palop ha de ir tras ellos. La premisa está clara: Pilar ha de volver sana y salva, lo que haga con los tres terroristas «a los de los despachos se la sopla».

Este tipo duro que se enfrenta a un misión casi suicida tiene una madre que se preocupa por él si no lo localiza cuando le llama, está divorciado y es padre de un hijo. Laura, su exmujer, le ponía los cuernos con su compañero en La Agencia, Enrique Ruypérez: «Ohhh, Enrique, podría estarme horas así, cariño». Aún me imagino a la muy zorra susurrando todo eso al oído a mi fiel y leal compañero de trabajo. Hijo de la grandísima puta».

Palop viajará a Marsella, Londres y vuelta a España siguiendo la pista de estos tres terroristas. Siempre se meterá en la boca del lobo y no siempre saldrá bien parado. En ese mundo de terroristas, bajos fondos y agencias secretas habrá intereses ocultos, por veces contrapuestos y Palop nunca podrá fiarse plenamente de nadie. Todos juegan sucio y él es consciente de que ha nacido para ese juego y no podría vivir alejado de él. Al mismo tiempo Palop sabe su lugar en un ecosistema de esferas de poder, intereses políticos y de seguridad: «Yo, y los hijos de puta que, como yo, nos encargamos de llevar a cabo este trabajo en las cloacas, que es el que deciden unos pocos poderosos, formamos la parte menos visible y más contingente del engranaje. La más salvaje sin duda, pero no dejamos de ser unos mierdas anónimos, reemplazables, puramente circunstanciales. El gran juego es otro y está ahí, arriba. Bien arriba allá donde hay nombres propios con apellidos, a menudo compuestos, a los que acaban dedicando calles, plazas y glorietas. A veces, incluso fundaciones». Sin embargo, Palop tiene sus reglas: «soy partidario de mantener el juego circunscrito a quienes lo jugamos, mezclando lo menos posible a los desgraciados que se gana la vida día a día y que son tan cándidos que hasta son capaces de confiar su fe, sus creencias y sus esperanzas, en un partido político, un sistema, un rey o una constitución». 

En Palop juega sucio, en paralelo a toda la acción para localizar los terroristas y rescatar a la hija de la ministra, iremos conociendo los motivos del protagonista por los que abandonó La Agencia. Esto nos da un retrato alejado de los superagentes al uso. Alberto Valle, quien está detrás del pseudónimo de Pascual Ulpiano, nos muestra las heridas y decepciones de Palop. A su vez, esto dará mayor verosimilitud a este hijo de puta con corazón que se gana al lector con su verbo fácil, su vida descreída y su infelicidad asegurada.

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