El chivo expiatorio es la décima novela de Daphne du Maurier y fue publicada por la editorial Gollancz, la misma que casi veinte años antes publicó la obra con la que todos asociamos a Daphne du Maurier: Rebeca o, en su defecto y gracias a Hitchcock, su relato Los pájaros.

El protagonista y narrador de la historia es John, un profesor inglés que enseña historia de Francia y que viaja regularmente por el país galo. Sus vacaciones tocan a su fin con «la insatisfacción por las clases que iba a impartir en Londres y la conciencia de que lo único que había hecho en la vida, no solo en Francia sino también en Inglaterra, era mirar a la gente sin formar parte nunca de su felicidad ni de su dolor me sumieron en un abatimiento excesivo». La última etapa de su viaje será la visita a la abadía de la Grande-Trappe. Sin embargo, en el bar de la estación de Le Mans, cuando hace un hueco en la barra a una persona que le golpea en el codo «se volvió y nos quedamos mirándonos; con una extraña sensación de susto, miedo y náusea, me di cuenta de que su cara y su voz me eran terriblemente conocidas.

             Me veía a mí mismo»

             Parecen gemelos. Beben y charlan de sus vidas. John vive solo y sin familia. Jean es «un hombre de familia. Y mucho, a decir verdad. Me pescaron hace tiempo. Incluso puedo decir que nunca me he escapado. Solamente en la guerra». Terminarán la noche en la habitación de un pequeño hotel donde Jean le pregunta a John tras unas cuantas copas más de alcohol. La propuesta que cambiará su vida:

                «—¿Me pongo yo su ropa y usted la mía?

Recuerdo que uno de los dos se rio cuando me caí al suelo»

Cuando John se despierte, será Jean, ya que tiene sus ropas puestas, sus documentos, su cartera, habla perfectamente francés y su cuerpo.  El chófer le llevará a su castillo y, allí comenzará su aventura de suplantación. Nada sencillo. Daphne du Maurier nos irá narrando desde el punto de vista de John su incertidumbre total: desconoce quién es quién (¿hermana o cuñada, sobrina o hija?), ¿cuál es su habitación?, ¿es esta su mujer o su hermana?… Como lectores, sabremos o adelantaremos conflictos y relaciones que el personaje no ha sabido interpretar correctamente. Todo sea dicho, la familia de Jean es digna de análisis, pero prefiero que el lector lo descubra por él mismo. Sí adelantaré que, al principio de la novela, a través de unos regalos que Jean había comprado para cada uno de sus familiares, la escritora caracterizará a cada uno de ellos y nos dará cuenta de las dinámicas de comportamiento entre ellos. Además, anticipará un hecho del pasado, en los tiempos de la Ocupación alemana de Francia, que condenará la vida de la hermana de Jean y sobrevolará la fortuna familiar con una fábrica de vidrio a punto de cerrar. A propósito, los antepasados de Daphne de Maurier, también tuvieron un negocio de vidrio. En 1966 publicó una novela con el título de The Glass-blowers, traducido como Los sopladores de vidrio o, sorprendentemente, A través de la tormenta.

Como nos adelanta la autora con el título, El chivo expiatorio, se podría asignar a John quien en más de una ocasión justifica su papel de suplantador para lograr que su nueva familia sea feliz.  Soporta en carne propia las recriminaciones y descontentos de hechos pasados y de los que él no ha sido responsable. Sin embargo, habrá más chivos expiatorios. A lo largo de toda la novela sobrevuela un pensamiento de Jean que parece aplicable a todos los personajes:

«He aprendido una cosa en la vida: que lo único que mueve al ser humano es la codicia. Los insectos, los animales, los hombres, las mujeres, los niños… La única razón de ser de todos es la codicia. No es bonito, pero es la realidad. Lo único que podemos hacer es servirla y dar a la gente lo que quiere. Lo malo es que nunca estamos satisfechos»

En concreto, el personaje de John se irá descubriendo como una especie de doctor Jekyll y, adoptando el papel de Jean, como un Hyde, pero en el que lejos de caer en la dualidad, se interconectan en uno solo. De todas formas, es una novela de tantas lecturas, como personajes cada uno con sus contradicciones y sus dilemas entre una vida deseada y una vida real.

Según nos cuenta Laura Varnam, Daphne du Maurier se inspiró cuando recorría Francia en 1955 buscando los orígenes de sus antepasados franceses, los Busson-Mathurins. En una plaza de un pueblo vio un hombre que parecía idéntico a alguien que ella conocía. Luego se entregaría en cuerpo y alma a su escritura y en solo seis meses la habría concluido.   

Por último, me gustaría resaltar cómo Daphe du Maurier consigue que nos metamos en la piel de los personajes a través de los ojos del protagonista. Para ello, contaremos con sus reflexiones, las descripciones del pueblo donde habitan y la utilización del espacio y el paisaje para ahondar en ellos. Porque ese castillo donde viven es al mismo tiempo un lugar seguro y conocido e inseguro y tramposo, alguien escucha las conversaciones telefónicas, alguien espía desde una ventana o escondido en un palomar…

«Esta habitación destartalada, con el papel pintado de las paredes y los cruijdos del suelo, era como una tumba cerrada al mundo: estábamos en ella juntos y no había escapatoria. Me puso el vaso de coñac en la mano, que me temblaba…» Seguro que después de leer esta novela, asociarán a Daphne de Maurier a El chivo expiatorio también.

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