De Mirror, mirror on the wall, el crítico y editor François Guérif escribió en el Dicctionaire des littératures policières: «Una de las verdaderas obras maestras del género, este thriller psicológico se aventura con inteligencia en el dominio de la psicopatía sexual entonces apenas explorada y termina con un golpe de teatro tan creíble como impactante. Stanley Ellin, o el arte supremo de la caída»

Mirror, mirror on the wall fue premiada con el Grand prix de littérature Policière en Francia en 1974 e incluida entre las cien mejores novelas de crimen y misterio por el escritor y crítico H.R.F. Keating. No fue el único galardón que recibió Stanley Ellin. En su haber cuenta con tres Edgard Allan Poe Award, dos por relatos: The House Party (1955) y The Blessington Method (1956) y el tercero por su obra más conocida The Eighth Circle en 1959.

Stanley Ellin comenzó a ser conocido cuando le envió a Ellery Queen un relato. Este relato, tras realizar el autor algunas modificaciones a sugerencia de Ellery Queen, se publicaría en mayo de 1948 y se convertiría en un texto antológico: La especialidad de la casa (The Specialty of the House) que Borges y Bioy Casares lo incluirían en su célebre colección de El séptimo círculo.

En Mirror, mirror on the wall comenzamos con la voz del protagonista Peter Hibben. La escena abre con olor a pólvora en el cuarto de baño, oyendo de fondo el Carmina Burana de Carl Off y «alargada, carnal, una mujer sin vida en el suelo ¿aparentemente muerta por el disparo del arma que descansa a su lado? Mi arma. Dios mío». Esa mujer en ropa interior sexy no es una intrusa, más bien parece una prostituta. Además, él vive en un apartamento de Greenwich Village con todas las medidas de seguridad. «Reconozco el arma. No reconozco la mujer». Intenta recordar quién es ella. Se mira en el espejo (el título se podría traducir como «Espejito, espejito» haciendo referencia al popular cuento) y comienza a indagar en su presente inmediato y su pasado. Así recuerda a su criada que le deja notas con un inglés malo y una caligrafía peor, la última nota no ha tenido tiempo de descifrarla. Se reprocha que haya estado con esa mujer en lugar de estar ocupándose de su principal cliente, Vince Kenna, un brillante escritor que ha encadenado seis superventas, y con el que últimamente no le van bien las cosas. Enlaza con Joan, la esposa de Hibben, quien le acusa de desear que ella se acostara con el escritor para «solucionar» el asunto. Hibben es consciente de que él se siente atraído por ella. No obstante, niega que fuera su intención. Discuten, se pelean «así que ella no me iba a perdonar. Ella nunca lo hizo. Ella grababa cada pecado en un libro de cuentas y podría decir el balance en cualquier momento».

Posteriormente sabremos que están separados y que el protagonista lucha por la custodia de su hijo. Peter Hibben recurre al abogado, Irwin Gold, quien es la actual pareja de Joana y al psicólogo, Joseph Ernst, que trató a Peter Hibben antes de su divorcio para reconstruir la escena. Posteriormente irán surgiendo más personajes, menos su hijo, porque el protagonista se niega a que esté presente. En el fondo porque sospecha que él ha podido ser el asesino. Solo su hijo y la criada tenían las llaves del piso.

El hecho de que sean personajes de su círculo cercano hace que el inicial testimonio de Hibben se vaya corrigiendo, matizando por el resto. ¿Realmente estaban los hombres atraídos por su mujer o es un celoso compulsivo? ¿Está tan obsesionado con el dinero? A esto hay que añadir que aquellos hechos en los que no estaban presentes, como cuando Hibben tiene encuentros con prostitutas, son vistos desde la perspectiva del psicólogo o interpretados por los otros por sus experiencias pasadas.

«Dijiste que tú no podías haber tenido relación con la mujer muerta en tu apartamento porque ella es del tipo que te repele. Y para demostrar tus gustos, ofreciste la maravillosa, pequeña prostituta londinense. Crystal. Casi una niña entonces. Pequeña, delgada, casi núbil.

-No te sigo.

-Eso fue una aventura de hace tiempo. Nada más después, entre todas las opciones disponibles de pequeñas Crystal en Copenhagen, rechazaste todas. Ahora tú te sientes atraído por la Karen amazona. Una criatura grande, como una vaca con un aliento a tabaco y quien estaría dispuesta a tumbarse desnuda en el suelo y que tú te cagaras en ella por cuatrocientas coronas.

– Por el amor de Dios, ¿realmente piensas que yo me excito con ese tipo de cosas?

-Es sólo un ejemplo de la clase de entretenimiento que tu Karen no dudaría en proporcionarte. Lo que intento hacerte ver -que tú no quieres que te muestre- es que ella es simplemente una versión más joven de la mujer en tu apartamento. Usando tus mismas palabras, Peter, profesional, hard-boiled, con el coño deteriorado».

En el último tercio de la novela el protagonista caerá en barrena hasta el giro final que nos hará reinterpretar todo lo leído hasta el momento y replantearse las nociones de culpabilidad, fidelidad, amor paterno… y la figura de Peter Hibben. Éste irá alternando el papel de víctima y verdugo a lo largo de la novela en la que sus demonios interiores aflorarán con el sexo como hilo conductor.

 

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