En esta novela negra Ana Ballabriga y David Zaplana realizan una denuncia social: falta concienciación y legislación adecuada contra el fenómeno de las violaciones con drogas que provocan la «sumisión química». A esto, hay que sumar el machismo y la imagen de la mujer al servicio del hombre que pervive en ciertos sectores de la sociedad. Dicho lo cual, no estamos hasta un panfleto o una novela de tesis. No todos los hombres son culpables, ni todas las mujeres son inocentes.
La historia arranca con Yeray Guardiola, director de La Gaceta de Ibiza, un hombre sin escrúpulos, ni moral, su intelecto se le ha concentrado en su miembro viril. En el primer capítulo, se desnuda delante del espejo: «Sujetó la polla entre los dedos, la apretó y la zarandeó, observando sus poderosos movimientos capaces de taladrar paredes o derribar edificios. «Igualdad piden las feministas. ¡Igualdad! Serán imbéciles. ¿Cómo vamos a ser iguales si no tienen una de estas?», y golpeó su miembro contra el mármol del lavabo». Poco después se le describirá como «un vampiro sexual». Su periódico cubre el caso de la acusación de violación en grupo de Abril Ferrer y, deseoso de ganar audiencia, ha optado por atacar a la denunciante y publicar su fotografía y la dirección donde vive.
Si Yeray es «el primitivo», el presidente del tribunal que ha dictado sentencia, Enric, es muy culto, una persona que colecciona antigüedades, en particular «el arte relacionado con la justicia, sobre todo la divina». En las deliberaciones previas a la sentencia, él ha inclinado la balanza y decidido que los acusados han de ser absueltos: El testimonio de la víctima «no estaba suficientemente acreditado». En una tienda de antigüedades Enric se encontrará con una joven, Keira. Keira es policía municipal, amante del arte y hermana de Abril Ferrer. Este será su primer encuentro o, mejor dicho, desencuentro, pero no será el último.
Posteriormente, un nuevo hecho trágico provocará que Keira decida tomarse la justicia por su mano. El juez, a su vez afectado por otro caso cercano, se aliará con Keira y la ayudará a vengarse de la manada y un desconocido «Caudillo» que instiga más crímenes….
No es una novela apta para buenistas o pieles finas. Ahí fuera, por desgracia, existen personajes como los retratados en la novela. Se agradece que en lugar del enésimo asesino en serie, Ana Ballabriga y David Zaplana pongan el foco en este tipo de crímenes impunes y sus consecuencias. Desde el comienzo de la novela, los escritores nos arrojarán en escenas crudas que te revuelven de indignación, asco o impotencia. El lector irá descubriendo en capítulos cortos la visión de cada uno de los tres personajes (Yeray, Enric y Keira) y cómo cada uno va cruzando una serie de límites. Yeray para sobrevivir sin ética, ni moral, ni humanidad y Enric y Keira siempre yendo un paso más allá para lograr su venganza. Este ir más allá, hará que los personajes del juez y Keira entren en una espiral o agujero negro del que ninguno saldrá indemne. Atentos a las imágenes de los bestiarios, habrá un sutil doble juego entre estos dos personajes.
Ana Ballabriga y David Zaplana nos regalarán un desenlace cuyo colofón dará para más de una discusión de café filosófica, legal, moral y social… ¿Qué más se le puede pedir a una novela negra?