Esta es la primera novela negra que firmó Lawrence Block con su nombre. Anterior y posteriormente, publicaría bajo distintos pseudónimos, novelas eróticas y, lo que le daría la fama y varios premios literarios, más de cincuenta novelas entre las series protagonizadas por Matthew Scudder (un expolicía que trabaja como detective sin licencia en Nueva York), Bernie Roddenbarr (un librero de día y ladrón de noche), Evan Tanner (un veterano de Corea, insomne y amante de las causas perdidas) y Keller (un asesino profesional).
En El juego de Grifter, la historia comienza con el protagonista en el lobby de un hotel en Philadelphia y una comparación al más puro estilo de Chandler: «la alfombra era de los que te hundes y desapareces sin dejar rastro». Se hace llamar señor Gavilán. En pocas páginas sabremos que se dedica a alojarse en hoteles con identidades falsas. «Necesitaba dos cosas: dinero para gastar y una nueva ciudad para gastarlo. Me había pasado una semana buscando el ángulo bueno, otra semana trabajándolo, y la tercera semana averiguando que había sido, para empezar, un error. Había una chica en todo esto, naturalmente. Siempre hay una».
El hombre se gana la vida como gigoló, pero decide dejar su vida atrás. «Nada de ganar batallas y perder la guerra». Cambia Philadelphia por Atlantic City. En la estación del tren roba unas maletas caras con las iniciales LKB para poder alojarse en un hotel lujoso. «Si vas a alguna parte, vete en primera clase. De otra manera, para empezar, no merece la pena ir». Dejará de llamarse David Gavilán y se convertirá en Leonard K. Blake.
El primer día bajará a la playa, se quedará dormido y le despertará una mujer alertándole del peligro de quemarse.
-«Gracias
-No tienes que agradecérmelo. Quería despertarte. Estaba sola.
La miré. Miré su cuerpo esbelto en el bañador de una pieza. El bañador estaba mojado y le abrazaba como un viejo amigo. Miré su melena rubia, rubia hasta las raíces. Le miré la boca. Era roja y húmeda. La miré vorazmente hambriento.
Y, por hábito, le miré el cuarto dedo de su mano izquierda. Había la marca de un anillo, pero ella no lo estaba llevando ahora. Me pregunté si se lo hubiera quitado antes de ir a la playa o cuando me vio».
Ella es Mona (el título original de la novela, después se reimprimiría como Grifter´s Game). Está casada, su marido mucho mayor que ella y «muy, muy, muy rico». Un hombre de negocios que se dedica a la importación y venta de productos de Japón y que le da todo lo que Mona le pide. Mona y Leonard se enamorarán, pero ella no quiere renunciar al dinero y él no quiere renunciar a ella.
Pronto el protagonista descubrirá la verdadera fuente de ingresos del marido y la idea del asesinato surgirá. Dejo a la imaginación del lector si habrá asesinato o no, si todo saldrá como planeado o no, si el amor perdura o fue todo un engaño… Lo único que sí les anticipo es que no podrán imaginarse el final. Será un final sádico, sórdido, autodestructivo y coherente.
Por último, destaco que la relación entre Mona y el protagonista tiene ecos de la escuela de James M. Cain (El cartero siempre llama dos veces, Perdición o Pacto de sangre) en la que las pasiones se tuercen justo cuando parece que se está más cerca de la felicidad. Sin embargo, en esta obra el protagonista no se confiesa o no se arrepiente de lo vivido o de las decisiones tomadas. Es un protagonista que no se rinde, que no está condenado y que luchará por lo que más quiere aunque eso signifique pagar un precio demasiado elevado.