Disparen sobre el pianista transcurre en Philadelphia, a finales de noviembre. Un hombre corre contra el viento gélido, le han dado una paliza, escupe sangre, a lo mejor le han fracturado el cráneo. Saca fuerzas de flaqueza. Su destino es llegar a donde trabaja Eddie, un local llamado «Harriet´s Hut» y ha de hacerlo antes de que sus perseguidores lo alcancen. Entra y el hombre consigue arrastrando los pies sortear las mesas y los comensales, choca con una pila de cajas de cervezas. Si no se cae es porque ha visto «el piano, concretamente la vista del pianista, sentado en un taburete, ligeramente inclinado, con una vaga y huidiza sonrisa, sin ningún objetivo particular». A las pocas líneas descubriremos que es su hermano con el que no había estado en contacto desde hacía más de seis o siete años. Entonces, como nos acostumbra David Goodis, nos da esas cuatro pinceladas del pianista que resumen su vida: «Su nombre completo era Edward Webster Lynn y su sola ocupación era estar en el Hut, donde tocaba el piano seis días a la semana, de nueve a dos. Su salario eran treinta dólares y con propinas sus ingresos semanales estaban entre treinta y cinco y cuarenta dólares. Era más de lo que necesitaba. No estaba casado, no tenía un coche y no tenía deudas u obligaciones».
Sin embargo, el particular mundo de Eddie se verá alterado por la irrupción de su hermano y dos hombres que entran en el local tras él. El pianista intenta mantenerse al margen, no implicarse: «No mires, se dijo Eddie. Mira una sola vez y lo hará, te arrastrará. Tú no quieres eso, tú estás aquí para tocar el piano y punto. Pero ¿Qué es esto? ¿Qué ocurre? No suena la música, tus dedos no están en el teclado» No puede evitar echar una mano a su hermano y derriba la pirámide de cajas de cerveza para darle tiempo a que escape del local. Su vida cambiará.
El protagonista se nos presenta como imperturbable, en una ataraxia perfecta, indiferente a lo que ocurre a su alrededor hasta el desquiciamiento de Lena, la camarera que se le insinúa esa misma noche, los dos malos y el lector incluido. Hasta bien avanzada la novela no sabremos la razón de ese comportamiento y la razón por la que un pianista de su categoría toca en ese antro. El portero y la camarera, que los perseguidores de su hermano confunden con su novia, le obligarán a tomar decisiones y a actuar.
Buena parte de la novela se desarrolla en el interior del local y las calles de Philadelphia. La tensión en la historia irá incrementándose: el seguimiento de los matones, será luego una persecución a Eddie y Lena y acabará siendo una huida. David Goodis nos va sumergiendo en esos mundos interiores que crea y desde la visión del protagonista nos irá llevando de la mano hasta la culminación en un tiroteo fuera de la ciudad, en «Down There» («Allá abajo», el título original de la novela).
Todo ello será narrado con el estilo de David Goodis inconfundible, intimista y dinámico: escenas muy visuales alternadas con monólogos interiores y diálogos breves y ágiles.
«Tú dices accidente. ¿Qué dirán ellos? Ellos dirán homicidio. Ellos lo adornarán con su propia representación de lo que ocurrió en el «Hut». La forma con la que le apuntaste con el cuchillo. La forma en la que lo perseguiste cuando huyó. Un momento, tú sabes que estabas fanfarroneando».
François Truffaut hizo una adaptación con el título Shoot the piano player (Disparen sobre el pianista) en 1960. La película es fiel al espíritu de la novela y Charles Aznavour está perfecto como Edward Webster Lynn. Fue no solo un éxito cinematográfico, asentando a Truffaut como un referente dentro de la Nouvelle Vague, sino también un acicate a las ventas de la obra de Goodis. Desde entonces Down There se comercializará también con el título de la película. Como curiosidad, la primera reimpresión en Black Cat Books llevará en la cubierta un fotograma con Charles Aznavour y Michèle Mercier y el entrecomillado de Henry Miller: «Creo que la novela es todavía mejor que la película».