Henning Mankell fue abandonado por su madre cuando tenía un año. Como su padre siempre estaba muy ocupado, sus abuelos se encargaron principalmente de su educación. Ellos le dieron acceso a la biblioteca familiar sin ningún tipo de restricciones, ni censura. En ese ambiente liberal, la música ocupaba un lugar especial. Su abuelo fue compositor y durante un tiempo el propio Mankell pensó ser violista hasta que se dio cuenta de que no sería tan bueno como quería y trocó el violín por la pluma. Sería su abuela la que le descubrió la magia de unir palabras, crear frases e historias. Con seis años leyó, a su juicio, la mejor novela de la literatura universal: Robison Crusoe. Para Mankell, Daniel Defoe se merece ese crédito porque consiguió que ese lector esté con Robinson Crusoe en esa isla, solos los dos. El viejo y el mar de Ernest Hemingway sería otra obra que le impresionó de pequeño.
Henning Mankell fijará en su infancia su objetivo como artista, porque como artista había de reconectar con ese niño. Siempre que le preguntaban quién era su ídolo, él sacaba una fotografía de su cartera y les mostraba un niño de doce años. Ese niño que creía que se podía escalar cualquier montaña o atravesar cualquier desierto. Era él.
Una anécdota, todos los años Mankell viajaba a Madrid para visitar el Prado. Lo que Defoe había logrado dando una historia diferente de la condición humana, él lo apreciaba, quién sabe si con los ojos de niño, en los cuadros de Velázquez, Goya, Ribera…
Fuentes:
https://www.elcomercio.es/culturas/libros/201510/06/cancer-lleva-henning-mankell-20151006001928-v_amp.html&ved=2ahUKEwji39T0zrzsAhWZBGMBHR9NAwUQFjAEegQIAhAB&usg=AOvVaw1kvwNBIpoLWafHgL5oUSbf&cf=1