El coche de bomberos que desapareció es la quinta entrega del comisario Martin Beck. La novela comienza con el suicidio de Ernst Sigurd Karlsson. En la habitación donde se ha quitado la vida «no descubrieron ninguna nota ni carta de despedida. El único texto escrito consistía en un par de palabras apretadas en el bloc de notas. Esas dos palabras formaban un nombre. Un nombre que los dos policías conocían perfectamente. Martin Beck».
En otra parte de la ciudad, en una noche helada, el policía Gunvald Larsson está vigilando la habitación de un sospechoso. Su misión es que «el tipo en cuestión no desapareciera ni sufriera percance alguno, además de observar con quién se relacionaba. Ni siquiera se había molestado en preguntar de qué iba el asunto. Muy probablemente, se trataba de drogas. En los últimos tiempos, todo parecía girar en torno a la droga». El piso del sospechoso saltará por los aires.
Se desconoce si el incendio ha sido provocado o fortuito. Las investigaciones avanzan lentamente. Mientras tanto, conocemos más de la vida personal de Martin Beck y cómo evita las reuniones familiares de fin de semana excusándose en el trabajo para estar solo y poder ver una película o meterse «en la bañera a leer La dama del lago de Raymond Chandler, echando de vez en cuando mano al coñac». También la desazón que le causa cuando le comunica su hija, Ingrid, que se irá de casa en breve. Kollberg, la mano derecha de Martin Beck, no traga a Larsson a quien los periódicos han convertido en un héroe por haber salvado varios inquilinos la noche que se incendió el inmueble como consecuencia de la explosión.
Cuando la policía descubra que el sospechoso tenía antecedentes por conducir un coche con matrícula falsa, la investigación dará un primer giro que se confirmará con el resultado de la autopsia. Habrá pistas falsas, sospechosos inocentes, más muertes y, al igual que en las novelas de la serie del distrito 87 de Ed McBainque Maj Sjöwall y Per Wahlöö tradujeron, habrá policías que harán méritos sacrificando su vida personal por seguir pistas que puedan aclarar el caso y conseguir un ascenso, una recompensa, un reconocimiento o la muerte.
En todas las entregas de Martin Beck la crítica social es una constante. Por ejemplo, denuncian respecto a la tutela de menores cómo «las autoridades tendían cada vez más a hacer la vista gorda con los deslices de las chicas menores de edad. Los deslices eran muchos, los asistentes sociales pocos y las medidas para corregirlos, o bien simplemente no existían o bien resultaban obsoletas»; el tráfico de drogas «Karlsson era el típico subalterno que, como último eslabón de la cadena, proporcionaba droga a los escolares durante el recreo, a cambio de su paga semanal o de lo que conseguían hurtar a sus padres o forzando quioscos y máquinas expendedoras»; o cómo se lucha contra ese tráfico «Entre él y la raíz del problema se extendía un enorme complejo de erróneas especulaciones políticas y una fracasada filosofía social». Martin Beck muestra una imagen crítica de sí mismo y de la policía: «Toda una serie de casos probaba a las claras que, en el cuerpo, los altos mandos no siempre estaban en manos de buenos policías. Ni siquiera estaba seguro de querer ser un buen policía, si por tal había que entender una persona celosa de su deber, incapaz de salirse un milímetro del reglamento».
En esta novela tendremos los personajes que hemos conocido en obras anteriores, como el mencionado Kollberg o Melander quien «era universalmente conocido por su capacidad para el razonamiento lógico, su extraordinaria memoria y su tranquilidad imperturbable. Dentro de un círculo más reducido de colegas era sobre todo conocido por su curiosa capacidad para hallarse en el lavabo cuando más se le necesitaba. Su sentido del humor no era del todo inexistente, pero sí muy discreto. Por lo demás, se trataba de una persona parca y aburrida que no aportaba nunca ideas repentinas o iluminaciones súbitas. En resumen: un policía de primera». También otros secundarios, como Asa Torell, la viuda de Ake Strenström, «muerto a tiros cuatro meses antes en el interior del autobús» en El policía que ríe, ahora ha decidido apuntarse a la academia para ser policía también.
Si les gusta la novela policíaca procedimental denle una oportunidad a esta serie. No se arrepentirán.