La viña de Salomón es una de las diez novelas que escribió Jonathan Latimer. Antes de dedicarse a la literatura, Latimer trabajó como periodista de la sección de sucesos del Chicago Tribune entre 1929 y 1935. Como curiosidad, entrevistó a los dos hombres que se disputaban Chicago: Al Capone que controlaba el sur de la ciudad con su banda de italianos y George Clarence Bugs Moran el norte con los irlandeses. Entre golpes de mano y asesinatos, se hizo célebre la masacre del día de san Valentín (14-02-1929) donde los hombres de Al Capone tendieron una trampa a los de Moran. Por cierto, W.R. Burnett sería uno de los primeros testigos en llegar a la escena del crimen y publicaría ese mismo año El pequeño césar.  

De las diez novelas, Latimer escribió ocho de género negro, cinco de las cuales tendrán como protagonista al detective privado Bill Crane (desde su aparición en Murder in the Madhouse en 1934 hasta Red Gardenias en 1939). Bill Crane es un tipo simpático, ingenioso que nunca rechaza un cliente y con unas dotes deductivas tan grandes como su afición por el alcohol. En esto último rivalizaban tanto personaje como el autor. En 1938, Latimer se mudó a La Jolla, en California. Allí, a través de un amigo común, Theodore Geisel, comenzó a relacionarse y, como no podía ser de otra manera, beber junto a Raymond Chandler.  

Abandonado el personaje de Bill Crane, Latimer escribirá una sexta novela mucho más oscura que las anteriores y, al fin y a la postre, la que se convertirá en su obra de culto: La viña de Salomón. Sin embargo, únicamente se publicó en Reino Unido en 1941, ya que en Estados Unidos fue censurada por su contenido sexual. Nueve años después se publicó en Estados Unidos, pero eliminando escenas y cambiando el título, pasó a ser The Fifth Grave (La quinta tumba, un título que a Latimer le pareció mejor que el suyo) y no sería hasta 1983, cuando un editor se acordó de esta obra y la publicó en su versión original.

El protagonista y narrador de la historia es el detective privado Karl Craven. Éste llega a la estación de tren de Paulton, una pequeña localidad. Tiene el encargo de rescatar a Penelope Grayson de las garras de una secta que está en la viña de Salomón. El compañero de Craven, Oke Johnson, lleva unas semanas investigando en la ciudad y le ha escrito porque tiene «algo». En la estación verá una mujer de la que pronto sabrá su apodo: Princess, «la jefa de las mujeres» en la viña de Salomón, una «colonia religiosa. Cultiva uvas… y el infierno». Los pensamientos de Craven serán pecaminosos y los que darán inicio a la novela:

«Por el aspecto de sus nalgas bajo el vestido de seda negra, supe que sería buena en la cama. La seda era ajustada y bajo ella los músculos trabajaban lenta y fácilmente. Vi peso allí, y control, y, tío, esas son cosas que me gustan en una mujer.»

Desde la estación hasta el hotel donde se alojará tendrá la visión de la viña de Salomón: «A lo lejos había otra colina con cuatro edificios de ladrillo y uno blanco más pequeño cerca de la cima. En la colina había campos verdes y vides. El edificio blanco parecía un templo»

En la entrada del hotel una pelirroja, Ginger, llama su atención. Resulta ser la novia del mafioso local, Pug Banta. Craven toma nota de la información que le da el botones del hotel y va a entrevistarse con Oke Johnson. No será posible, Oke Johnson fue asesinado esa misma mañana. Cuando Pipper, el jefe de policía interrogue a Craven, éste dirá que apenas le conocía.

«Le enseñé una tarjeta en la que ponía que era representante de la Acme Hardware Company de San Luis. Eso pareció satisfacerle. Me habló del tiroteo. Dijo que alguien había disparado al Sr. Johnson con un rifle desde el exterior de la casa».

Craven bebe bourbon y lee revistas como «Film Fun y otras de esas con fotografías de chicas semidesnudas y Black Mask». Se define como un tipo al que «hay solo tres cosas que me gustan realmente en el mundo: comida, pelea y… mujeres. Oh, sí y quizás el licor»

El detective irá recabando información aquí y allá, del botones quien le contará que Princess «dicen que es veneno» o de prostitutas, como Carmel aunque «no es que confiara en una puta. Yo no pertenecía a la escuela de pensadores que sostenían que todas las putas tenían un corazón de oro y darían sus últimos dos dólares para evitar que un tipo se muriera de hambre. Todas las putas que conocí, y, hermano, conocí a muchas, te emborracharían y te darían un revolcón si les dieras media oportunidad. Pero Carmel odiaba a Pug Banta».

Esa información le permitirá a Craven ir dando pasos entre tiroteos, persecuciones y peleas. Es un hardboiled en toda regla con el misterio de lo que sucede tras las paredes de la viña de Salomón. Está el jefe de policía corrupto (pruebas incriminatorias contra la secta desaparecen), el mafioso local, Pug Banta (¿está en tratos con la secta?) y Princess, como mujer fatal, y que guarda el legado de Salomón que murió hace cinco años y al que se venera todos los domingos.

No hará falta decir que Craven caerá rendido ante Princess y que descubrirá una nueva cara que sorprenderá a los lectores… Los tres hilos conductores: la lucha de poder en Paulton, la identidad del asesino de su compañero (Latimer siempre sostuvo que si bien Hammet era «un buen escritor, borracho o sobrio» no se inspiró en El halcón maltés) y el rescate de Penélope confluirán en un final apoteósico.

Destaco los diálogos de cine (algunos no exentos de cierta sorna):

«—¿Cómo te mezclas con Banta? —pregunté.

—Estaba sin blanca, necesitaba un trabajo.

—Yo lo llamo más que un trabajo

—¿Sí? —Ginger dijo— Bueno, no ha sido.

—¿Y realmente no te gusta?

—¿Qué te parece? (…)

—¿Qué es esto para ti? —Ginger dijo— ¿Qué te importan mis problemas?

—Me importan mucho.

—Sé lo que te importa —dijo Ginger

—Eso también me importa»

Latimer después de volver de la Segunda Guerra Mundial, donde combatió en la marina, fue guionista de cine. Muchas de las películas en las que participó fueron adaptaciones de lo que serían clásicos de la literatura negra: La llave de cristal de Hammett, El gran reloj de Kenneth Fearing o La noche tiene mil ojos de Cornell Woolrich.

Como curiosidad, el germen de la novela La viña de Salomón está en una noticia que Latimer cubrió para el Chicago Herald-Examiner en la ciudad de Benton Harbor, Michigan. Según el mismo autor contó:

«Allí se juzgaba a un cajero de banco que se había apropiado tanto del contenido de la cámara acorazada y como del de la esposa del presidente. Paseando por la ciudad durante los recesos, no dejaba de fijarme en un grupo de grandes edificios situados en una colina cubierta de viñedos a tres o cuatro kilómetros de distancia. Me dijeron que era una colonia religiosa, pero la gente con la que hablé parecía extrañamente reservada al respecto. Así que una tarde, después de concluir la historia del día, salí a echar un vistazo. Dejé mi coche a mitad de camino hacia la colina y comencé a andar hacia la cima. Estaba a punto de anochecer, los grillos empezaban a hacer su canto, los pájaros emitían suaves sonidos al acostarse, pero medio centenar de hombres y mujeres vestidos de blanco seguían cultivando los viñedos colindantes. En lo alto de la colina, unos edificios blancos delimitaban un rectángulo desierto de hierba. Entré en él y de repente me encontré en una zona de aire muy frío. Había silencio en la zona, ni insectos, ni pájaros, ni nada, pero había un olor: fétido, asilvestrado, penetrante, como el olor alrededor de las jaulas de los grandes felinos de un zoo»

Latimer no investigó, ni volvió nunca a ese lugar que le producía escalofríos cincuenta años después. Cuando lean La viña de Salomón sabrán lo que se imaginó que ocurría allí.

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