Malas decisiones es una novela corta que se lee de un tirón y uno sabe que releerá. Localizada en la Plana de Vic, tenemos cuatro narradores. Dos matrimonios. El conflicto en la primera página: «Hay que secuestrar a Joel. Le he estado dando muchas vueltas. Es la única solución, Axel». Esa es la propuesta de Lisa, su esposa y mujer fatal («Lisa es otra especie de mujer, por fortuna, todo sea dicho. Es oscura por dentro, amarga, bestia, dura, malnacida, ardiente a la cama, si le da la gana. A mi mamá no le gustaba un pelo»). El secuestro se llevará a cabo. Joel es el sobrino de Lisa y Axel, el hijo de Rai (hermano de Axel) y Carla ( amiga de Lisa de la infancia) ¿El motivo? El vil dinero «la situación es muy delicada, Axel. Podemos perder la casa. Debemos casi setenta mil euros». ¿La justificación? «Tu hermano te levantó la herencia. Se ha quedado con todo lo que era tuyo. Es el jefe de la empresa, maneja las propiedades familiares. tiene una casa que es tres veces más grande que esta. ¿Y tú qué tienes, Axel? Las migajas que él te da».

El día que se producirá el secuestro, Carla se entrevista con el detective que ha encargado investigar a Rai porque sospecha de que le está siendo infiel con Raquel («Hace tres semanas, doblé una esquina para enlazar con el Eix Transversal y a través de la ventanilla del coche, vi a Rai sonriendo por algo que comentaba la putita de Ca l´Estrada. Debe tener una veinte años recién cumplidos») A su vez Rai va con retraso para recoger a Joel «me caigo de sueño. Estoy medio atontado. No lo entiendo, solo me he tomado dos cervezas. Llevo su olor pegado a la piel, incrustado en las fosas nasales. La huelo por todas partes». Cuando llegue, será tarde. Su hijo ha desaparecido. Poco después recibirá la llamada de una voz distorsionada que le exigirá que pague un rescate de noventa mil euros al día siguiente.

Iremos conociendo las vidas de los cuatro protagonistas en un juego de espejos que nos devuelve imágenes distintas de las que proyectan o creen proyectar:

«Me he encontrado a Súper Carla en la gasolinera. Tan bonita ella, siempre tan bien arreglada, vestida con tanto esmero con sus faldas de tubo, los abrigos de marca y la incansable sonrisa de merengue que empalaga un pelín de más (…) No me conviene estar a malas con ella. No debemos olvidar que su marido es una fuente de ingresos inagotable, por la vía civil o por la criminal».

Cada uno está insatisfecho con su vida actual, pero todos fingen una felicidad aparente o se comportan como esperan los demás que se comporte cada uno. El secuestro, como ya imaginarán, no saldrá como previsto, echará abajo esa fachada y cada uno reaccionará de una manera insospechada. Al mismo tiempo, Susana Hernández, al hacernos partícipes de momentos cruciales del pasado y del presente de cada uno de ellos, hará que comprendamos mejor sus motivaciones y se diluyan las fronteras del bien y del mal, de los que buscan la verdad y los que la ocultan. También asistiremos a equívocos, por veces fatales, de los personajes que, a diferencia del lector, no cuentan con toda la información.

Por último, Susana Hernández tiene la habilidad de ir llevándonos por derroteros imprevistos, siempre a causa de esas Malas decisiones. Porque las decisiones que toman cada uno de los personajes provocarán una serie de consecuencias que ni ellos, ni el lector anticiparán. De hecho, cuando uno piensa que todo ha terminado, el destino les tiene preparado una última burla cruel, pero con una lógica clásica y aplastante. Si le gusta la novela negra (de verdad), lean Malas decisiones de Susana Hernández.

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