Quince días de noviembre es la primera entrega de la serie del detective Ricardo Blanco. Un detective que empezó por su amigo, Miguel Moyano, que puso el dinero y él el tiempo para montar la agencia. «De poco me sirvieron, entonces, las varias carreras sin terminar (…) y comencé a darle cancha a la intuición y, sobre todo, a una alianza con la suerte que ella había respetado escrupulosamente». La historia está ambientada en Las Palmas y comienza, como no podía ser de otra manera, con la visita de una atractiva mujer.

«Se llamaba María Arancha y, por supuesto, era pija. Cuando la vi cruzar la puerta del despacho, el noviembre pasado, lo que primero me llamó la atención fue la ausencia de aliento de sus ojos caoba». Está convencida de que la policía se equivoca: su prometido, Toñuco Camember, no se había suicidado «podía haber sido cualquier cosa, pero no un suicida. Le gustaba mucho la vida, sobre todo la buena».

Blanco se pone en contacto con el inspector de policía que llevó el caso «no era extraño lo que había pasado con Camember, debía de ser el clima, con el calor le salían los instintos a la gente y les daba por tirarse de un ático o cortarse las venas en la tinta o pegarse un tiro. Aunque en este caso, hasta él estaba mosqueado, porque el tipo lo tenía todo, un trabajo de puta madre, pasta por un tubo, un chalé en Tafira y una novia, ¿la has visto, Ricardo? Está de toma pan y moja, qué buena hembra, carajo». Sin embargo, las pruebas de que disponía apuntaban todas a un suicidio.

Al mismo tiempo que va conociendo mejor a la víctima, irá aumentando su atracción por María Arancha. Poco a poco va centrando sus sospechas en el grupo de amigos de la pareja, donde se hará pasar por un viejo amigo de su cliente de los tiempos universitarios en Madrid. Al interactuar con esas amistades, el testimonio de María Arancha se comienza a resquebrajar o, cuanto menos, poner en duda. ¿Le ha estado mintiendo al detective? ¿Le está utilizando?…

En Quince días de noviembre José Luis Correa juega con los estereotipos del género negro clásico. De hecho Ricardo Blanco tiene lo que se espera de un detective de la vieja escuela, pero con un toque irónico, por veces socarrón: secretaria, «sé que no es muy guapa, pero te jodes, Ricardillo, la eligió mi mujer, dice que para que no andes pendoneando todo el santo día y te dediques a trabajar»; el confidente, su Bromuro se llama Rafael, «el tipo lo había tenido todo, y todo lo había perdido por una mala pécora del sur con la que se lió, le salió rana y le levantó la casa, el coche, la plaza de garaje y hasta una pensión para sus vicios»; el amigo inspector, «un apasionado de Simenon y a cada rato, cuando menos se esperaba, le saltaba con aquello de qué hubiera hecho en esa situación mi estimado comisario Maigret»; un pasado amoroso de con historias de lo que pudo ser y no fue y una mujer fatal: María Arancha «usted podría pasar perfectamente por Lauren Bacall, el pelo cobrizo y largo, la figura delicada…»

Ricardo Blanco sabe que no es Humphrey Bogart, pero es el protagonista indiscutible durante esos Quince días de noviembre. Es una novela de personajes en la que se nos proporcionan todos los datos para resolver el caso. No hay trampas, pero el narrador, el propio Ricardo Blanco, nos cuenta la historia recordando lo sucedido. Por ello, nos anticipará sentimientos o arrepentimientos de hechos que no vio en el momento que sucedieron, intercalará notas de humor («Apunté la pregunta en una servilleta porque eso de llevar una libreta de notas en el bolsillo superior de la chaqueta a cuadros con coderas está bien para el cine o las novelas policíacas, donde los detectives llevan chaqueta a cuadros con coderas, ya me gustaría a mí ver a Marlowe investigando en Gran Canaria con este calor y esta humedad a Poirot, carajo, a Poirot le dan los siete males al primer día de pesquisas») y se ríe de sí mismo («perdí la oportunidad de quedar como Dios-es-Cristo delante de María Arancha»).

Ricardo Blanco son de los personajes que te atrapan y te crean la necesidad de seguir leyendo las siguientes entregas. Estáis avisados. 

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