Adiós, muñeca fue publicada un año después de El sueño eterno. Al igual que con la anterior novela, Chandler «canibalizó» relatos publicados previamente en Black Mask y Dime Detective, en esta ocasión fueron tres: El hombre que amaba a los perros (The Man Who Liked Dogs, 1936), Busquen a la chica (Try the Girl, 1937) y El jade del mandarín (Mandarin´s Jade,1937). Curiosamente esta novela fue la primera que se adaptó en el cine con el título de Murder, My Sweet (1944) y traducido en Hispanoamérica como El enigma del collar y en España Historia de un detective. Y no, no lo protagonizó Humphrey Bogart, sino Dick Powel con Claire Trevor y Anne Shirley, dirigidos por Edward Dmytryk. El sueño eterno con Bogart y Bacall a las órdenes de Howard Hawks, con guion de Faulkner, Leigh Brackett y Jules Furthman se estrenaría en 1946. Y muchos años más tarde, en 1971, Robert Mitchum encarnaría a un Marlowe maduro en una película que respetaba el título literario, Adiós, muñeca, y de la que solo recomendaría su actuación, pero vayamos a la novela que es lo importante.

Adiós, muñeca comienza con Marlowe saliendo de una peluquería donde había seguido la pista de un marido fugado cuya esposa «estaba dispuesta a gastar algún dinero, no mucho, para hacerlo volver a casa». Un hombre corpulento llama su atención por quedarse mirando el letrero de un local, Florian´s y por su vestimenta que «la Central Avenue, que no es la calle mejor vestida del mundo, podía pasar desapercibido como una tarántula en la papilla de un bebé». El hombretón irrumpe en el local y,  para su sorpresa descubre que es «un antro de negros». Marlowe que lo ha seguido hasta la puerta, es sorprendido por el hombretón quien le pide explicaciones sobre el garito y le pregunta por Velma. Él busca «la pequeña Velma. No la he visto en ocho años». El hombretón cometerá un crimen en el interior del Florian´s y huirá. La policía identifica al criminal rápidamente, le facilita el nombre, Malloy un exconvicto, a Marlowe y Nulty, el teniente detective encargado del caso, le pide que dé con él.  Cuando Marlowe les sugiere que «trate de localizar a la chica -dije- Velma. Malloy la buscará a ella. Así empezó a todo. Pruebe con ella».  El teniente detective le confiesa que no tiene recursos para ocuparse del caso y Marlowe aceptará, aunque «no era asunto mío en absoluto, salvo por curiosidad. Pero, estrictamente hablando, no había tenido ningún asunto entre manos en un mes. Incluso un trabajo gratuito significaba un cambio».

No será el único caso en el que trabaje. Lindsay Marriott le contactará por teléfono para que vaya a su casa y le ofrecerá «cien dólares por unas horas de su tiempo» por acompañarle esa noche a entregar un sobre con dinero y recuperar una joya que una banda robó a una amiga de él. Marlowe desconfía:

«-Me temo que sus modales no me agradan -dijo, sin alzar la voz.

– He recibido quejas al respecto -le dije-. Pero nada parece capaz de mejorarlos. Estudiemos un poco el trabajo. Usted quiere un guardaespaldas, pero no puede usar revólver».

Marlowe necesita el dinero. No hará falta que les diga que Marlowe no saldrá bien parado, pero buscará la verdad con forma de mujer, Velma, y de joya. 

Adiós, muñeca fue considerada durante mucho años por Marlowe como la mejor de sus novelas. Tenemos un Marlowe chispeante, deslenguado y con descripciones y comparaciones que son para leer y releer. Así, la casa de los Grayle, dueños de la joya, «era algo más pequeña que el palacio de Buckingham, algo gris para California, y probablemente tenía menos ventanas que el edificio Chrysler». La señora Grayle era «una rubia como para que un obispo hiciera un agujero en una ventana de vidrio esmerilado».

Mención especial merecen también los personajes secundarios: el teniente detective Nulty colabora con Marlowe y establecen una buena relación de confianza entre ambos; Velma está considerada por muchos críticos como la primera mujer fatal en todos los sentidos, cuando lean o relean el clásico lo entenderán mejor; la señora Grayle como devora hombres; Anne Riordan, cuyo padre fue «el policía más honesto que haya perdido su trabajo nunca», hubiera podido emparejarse con Marlowe, pero no será posible: «Tomé el sombrero de la silla donde estaba, apagué un par de luces, y vi que la puerta de cristal tenía una cerradura de cilindro. Miré atrás un momento y cerré. Era una linda sala. Sería una linda sala para andar en pantuflas». 

En el trasfondo de todo está la corrupción de la ciudad, de la política, de los ricos y de la policía de Bay City (trasunto de Santa Mónica). Marlowe recibirá palizas, le drogarán, le dejarán inconsciente, pero logrará siempre ser ese caballero andante. Un caballero andante que, a falta de dama en apuros que salvar, salvará la moral de la ciudad y nos regalará momentos de complicidad y humor negro, con ese narrador en primera persona que no duda en reírse de sí mismo y del género en que escribe.

«-¿No será uno de esos detectives borrachos, no?- preguntó con signos de ansiedad.

-¿Por qué no? Siempre resuelven sus casos y nunca sudan.» 

«Ni siquiera me miró cuando me marché. Salí al reconfortante sol de otoño y me metí en el coche. Yo era un buen tipo, que se esforzaba por salir adelante. Sí, era un tío estupendo»

Como curiosidad, el título de Adiós, muñeca fue rechazado por la editora Blanche Knopf porque «no era para nada un título de misterio». No obstante, Chandler logró convencerla para que se publicara con este título. La novela se publicó en octubre de 1940 con una tirada de siete mil ejemplares, sin embargo no se vendieron. Knopf echó la culpa al título y Chandler volvió a escribir relatos para las revistas. Había que comer y pagar deudas. En 1941 recibiría la buena noticia de que RKO compraba los derechos de la novela por dos mil dólares y Chandler terminaba el borrador de la que sería la tercera novela: Ventana alta (High Window), pero eso será otra reseña, otro día.

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