Tú eres el veneno es la segunda «novela de la noche» (Roman de nuit) de la selección de Dominique Jeannerod en su antología publicada en la editorial Presses de la Cité y, posiblemente uno de sus títulos más famosos. A ello contribuiría la adaptación cinematográfica, Tú, el veneno (Toi, le venin) dos años después de su publicación.
Imaginemos una mujer que camina solitaria en la noche y se le acerca un coche con un hombre al volante que le invita a subir. Ella acepta y, una vez en su interior, él arranca. Sin apenas hablar se alejan y acaban en un lugar apartado. Él se desnuda… Un momento, he dicho imaginemos, esta es una novela de Frédéric Dard. No es un hombre el que conduce. La que conduce es una mujer y es ella la que invita al hombre a subir a su coche. Es ella la que le lleva a un lugar apartado y oscuro y la que se desnuda. «Por fin comprendí lo que ella esperaba de mi y mi sorpresa desapareció. Mis dedos se cerraron sobre sus pechos, mi boca encontró la suya. Y después, fue como una lucha salvaje de bestias». Después, ella se viste y le ordena que se baje del coche. Él se resiste, pero acaba apeándose. Memoriza la matrícula: 98 TU 6.
A la mañana siguiente, el protagonista, Victor Menda, entra en comisaría y, haciéndose pasar por un agente de «la sociedad de seguros l´Urbaine et la Seine» que representa un «personaje político importante» al que le han golpeado su coche por detrás, obtiene la dirección de la dueña del vehículo 98TU6.
«Y es así como todo ha comenzado».
Victor Menda se presenta en la casa, «una mansión rica y sin estilo definido que se agarraba como podía a las pendientes floridas de la colina». Le recibe una criada y él continúa interpretando su papel de agente de seguros. Descubre que no vive ningún hombre en la casa, solo dos hermanas, las hermanas Lecain. Habla con la mayor, Helena, quien afirma que nadie ha movido su automóvil en tres días. Ha de haber alguna confusión. Victor Menda comienza a dudar si no se habrá equivocado con algún número de la matrícula. Cuando se va a retirar, aparece Eva, «una joven rubia que venía del patio accionando las ruedas de su silla. Vista de cerca, ¡ella era más bella todavía! (…) Era una personaje de leyenda nórdica. Su cabello rubio, su palidez desprendían algo de irreal». Eva sorprende a Victor Menda porque se acuerda de que él tenía un programa en la radio. Eva escribe poesía y le ofrece que él grabe sus poemas. «A todas luces, era una joven caprichosa delante de la cual todo el mundo se plegaba. Entonces, yo hice como todo el mundo…»
Victor Menda está sin blanca, ni siquiera ha liquidado la cuenta en el hotel en el que se ha alojado. Las hermanas pagarán sus deudas y le invitarán a mudarse a su mansión. Son huérfanas y sin apenas contacto con el exterior, él es un soplo de aire fresco. Sin embargo, Victor Menda no tardará en darse cuenta de que la mansión no es un lugar idílico y de que la relación entre las hermanas es de rivalidad: él es el trofeo de caza. La hermana mayor está en desventaja, siempre ha vivido pendiente de su hermana paralítica, a su vez ésta no duda en mostrarle sus sentimientos a Víctor. A esta competición se suma que Victor Menda está convencido de que ha de ser una de las dos con la que él tuvo esa primera relación sexual, pero Helena no encaja con su personalidad, ni el cuerpo que intuyó en la oscuridad del coche y Eva no podía conducir. O sí, ¿pudiera ser que Eva haya fingido todos estos años sin salir de casa? ¿está Helena cansada de su sumisión a Eva? La vida en la casa comenzará a ser una pesadilla y las certezas de un día, son dudas al siguiente. Víctor estará atrapado, no podrá escapar de allí, salvo que se apoye en una u otra hermana, ganándose la enemistad de la otra con consecuencias trágicas para todos…
Al igual que en Seguro de muerte, en esta novela vemos la influencia de James M. Cain. Victor Menda tiene mucho de Frank Chambers, en El cartero siempre llama dos veces, un hombre sin dinero que se queda en una casa por la mujer (o mujeres) y la pensión, el erotismo, la pasión… y el guiño al personaje de Walter Huff (otro vendedor de seguros) en Perdición o Pacto de Sangre.
En Tú eres el veneno, Frédéric Dard, a través de Victor Menda, nos relata en primera persona cómo ha ido cayendo fatalmente cuando creía haber llegado a la cúspide. No les cuento más para que se sorprenda con las burlas del destino, los vaivenes de la fortuna y la maestría del autor para escribir una novela negra clásica, saltándose muchas de sus convenciones.