Antes de intentar reseñar el argumento de Te quiero porque me das de comer, les voy a pedir que se imaginen el Madrid de Galdós y el ambiente de La Colmena de Cela. Eso lo trasladan a un barrio, en este caso Carabanchel en 1993. David Llorente lo irá poblando con personajes que entran, salen y vuelven y desaparecen. Cada uno con su lógica egoísta, perdedora, infeliz… y todo en una narración simultánea.
El narrador (o narradores) dialoga con un tono plano, distante con el lector. «El asesino en serie destaca por tener una inteligencia por encima de la media: es, además, dueño de una fuerte personalidad: seduce a sus víctimas y (días antes de matarlas) disfruta controlando su voluntad, obteniendo de ellas todo cuanto les pide: el poder mental sobre la víctima no debe ser menor que el poder físico: hay casos verdaderamente sorprendentes. ¿Se refiere usted al caso de la familia Saravia? Efectivamente. El asesino en serie…»
Iremos conociendo el ambiente, los profesores y compañeros de instituto, de universidad, vecinos de ese asesino en serie, Max Iluminaria, que se acabará convirtiendo en un reputado cirujano. No es una novela de investigación, buscadora de verdades más bien de comprensión de la complejidad del entorno del criminal, sin paños calientes ni buenismos. El foco irá basculando de un personaje a otro en momentos críticos de su vida, de forma simultánea y el hilo argumental irá fluyendo con una sintaxis tan chocante como efectiva, en la que las frases se yuxtaponen con dos puntos. Surgen cronologías políticas, recetas, películas, enumeraciones de medicamentos, consejos para amantes, recetas de cocina, partes del cuerpo…
«El profesor Oskar Tofi (Educación Física) dejó que (en su despacho) la alumna Martina G. F. se acercase demasiado a él, se pusiera de puntillas y le pusiera la boca en bandeja: el profesor Oskar Tofi (Educación Física) no solamente la besó, sino que le mordió los labios, le succionó la lengua y (acorralada contra la pared) le metió las manos por debajo de la camiseta para tocarle sus tetas de anoréxica».
Es un libro para recrearse en la lectura, dejarse llevar por la corriente que crea el autor. Una corriente en la que David Llorente te sumerge y, casi sin darnos cuenta, va acumulando sentimientos enfermizos, mezquindades, traiciones, contradicciones, humor negro, lo cotidiano y lo anodino, la cara b de la ciudad, drogas, chabolas, miseria… personajes que no saldrán indemnes. Huelga decirlo, pero lectores amantes de la literatura blanca, políticamente correcta, fronteras nítidas del bien y el mal… absténganse de leer Te quiero porque me das de comer. El resto de lectores, cuando cierre el libro, sabrá que será una de las novelas que releerá y volverá a disfrutar igual o más por muy dura y desagradable que sea esa realidad interna o externa.
«Marcelo Saravia (en esa parte de Carabanchel conviene no adentrarse demasiado) mira a la gente que se sienta en el borde de las aceras y mete palos por las rejas de las alcantarillas, a la que se amontona (debajo de unos cartones) en los cajeros cerrados de los bancos, a los que aguardan (en las esquinas) a que llegue alguien a darles dinero a cambio de que se la meneen o que se la chupen, a los niños (descalzos: con el pecho al aire) que no tienen ojos de niño, a los que se desploman en el suelo nada más salir por la puerta del bar, a los adolescentes que caminan al lado de sus perros de presa (la piel desgarrada), estimulados para morder, para conocer el sabor de la sangre, para matar…»
Por último, destaco que esta novela, en la Semana Negra de Gijón, fue galardonada con el «Premio Memorial Silveiro Cañada» a la mejor primera novela negra publicada en español en 2015. Afortunadamente luego ha ido publicando más novelas…