W. R. Burnett publicó «El pequeño César» en 1929. Esta obra se convirtió en el paradigma de la novela de gánsteres y la que marcaría el comienzo de la novela de delincuentes («crook story»), si bien dos años antes Charles Francis Coe había publicado «Me… Gangster», la cual contaría con su versión cinematográfica en 1928 a cargo de Raoul Walsh. En la novela de delincuentes, el protagonista no será uno de los detectives, como el agente de la Continental de «Cosecha roja» que salió el mismo año que «El pequeño César» o los que publicaba Carroll John Daly en la revista «Black Mask», sino el criminal. En la novela de delincuentes, Burnett contará la historia desde el punto de vista del criminal, su ascensión y caída. No se sabe con certeza si Burnett se inspiró en la vida de un mafioso y, aunque popularmente se cita a Al Capone, los estudiosos apuntan a Sam Cardinelli, «el Diablo», basándose en tres hehos relatados en la novela (el robo, el asesinato en el garito y la traición de uno de los miembros de la banda) con los que guarda similitudes su biografía.
Burnett se había mudado a vivir a Chicago en 1927. Había decidido abandonar su trabajo en el departamento de estadística del estado de Ohio para dedicarse a tiempo completo a la literatura. Por entonces, no había logrado publicar nada y eso que ya contaba con cinco novelas y más de cien relatos. Quizás su estilo naturalista no encajaba con los nuevos gustos del público americano. Mientras Chandler, solo un año mayor que Burnett, ya trabajaba en una empresa petrolífera de la que llegaría a ser vicepresidente, Burnett era recepcionista en el Northmere Hotel. Allí, conoció de primera mano a esos maleantes y matones que pululaban por Chicago. Desde 1926 la ciudad estaba controlada principalmente por Al Capone y solo la banda de Bugs Moran le hacía la competencia. Esto le llevaría a Al Capone a darles el golpe de gracia en la famosa matanza de san Valentín, el 14 de febrero de 1929. Burnett sería uno de los primeros en llegar a la escena del crimen.
En «El pequeño César» nos presenta todos los protagonistas en la primera página. Sam Vettori, el jefe, mirando por una ventana y tres miembros de la banda jugando a las cartas: Otero, apodado «el Griego», Tony Passa y Cesare Bandello, más conocido como Rico, el lugarteniente de Vettori. Todos esperan a que llegue Joe Massara para preparar un golpe a Casa Alvarado, uno de los locales de Francis Wood. «Solo recogen la recaudación una o dos veces por semana. Son descuidados, apunta eso, porque nunca han sido atracados. Es fácil». Además, forman un gran equipo: Rico, «el mejor pistolero en Little Italy, con demasiadas ideas en la cabeza, pero bien, se le puede manejar», Otero sigue fielmente a Rico, Joe que siempre les pasa la mejor información y Tony el mejor chófer para la huida. Sin embargo, el plan no saldrá como previsto. Se cruzará una línea que nunca se puede cruzar: matar a un policía (años más tarde se lo recordarán a Michael Corleone). Esto alterará el equilibrio dentro de la banda, Vettori perderá el control, habrá alianzas, traiciones, asesinatos… Todo dentro de la lógica del poder dentro de una organización criminal y con la presión de la policía que reclama su venganza.
Rico es un personaje maquiavélico al que no le pierden sus cualidades personales. «Era un hombre sencillo. Él solo amaba tres cosas: él mismo, su pelo y su pistola. Cuidaba excelentemente de las tres». Tampoco bebe alcohol, ni siente especial debilidad por las mujeres. Sin embargo, una vez en lo más alto, el equilibrio es siempre precario y un solo error de apreciación puede ser fatal. La novela tiene un ritmo endemoniado en el que se suceden los diálogos entre los personajes y, en cada uno de ellos, los personajes van marcando su destino y el de los componentes de la banda.
Burnett nos va guiando en este nuevo mundo de los gánsteres, donde siempre hay dobles sentidos, silencios y gestos que dicen más que las palabras.
«- Estaba pensando si abrir un negocio al otro lado de la calle- dijo (Rico)
Vettori supo lo que quería decir. Él había sobrevivido media docena de guerras de bandas, pero eso había sido cuando había por lo menos cinco bandas distintas en el barrio. Las cosas habían sido comparativamente más tranquilas durante los tres años. Vettori lamentó el pasado amargamente. Lamentó haber acogido a Rico, un desconocido…»
El éxito de «El pequeño César» fue debido a su calidad literaria y a que era una novela rompedora: abandonaba todo propósito moralizador (la novela comienza con una cita de «El príncipe» de Maquiavelo), sin enigma y sin lucha entre las fuerzas del bien y las del mal, Burnett nos mostraba la vida de Rico tal y como era, incluso con su jerga (no es difícil de leer en inglés), sus maneras y sus códigos internos. En las palabras de un crítico de la época que recoge el libro de Benoît Tadié «Front Criminel», «entre el diluvio de historias y novelas sobre las bandas y los pistoleros (…) la narrativa de Mr. Burnett es la mejor de todas». Cuando la novela se publicó, fue elegida por la «Literary Guild» (algo parecido al sistema de suscripción del «Club de lectores») y se vendieron cien mil ejemplares. Las puertas de Hollywood se abrieron a Burnett de par en par. Warner Bross compraría los derechos de la novela y haría su versión cinematográfica un año después con un desconocido Edward G. Robinson, en el papel de Rico, que le lanzaría al estrellato. En España se estrenaría con el título «Hampa dorada».
Por último, una curiosidad: El impacto de la novela de «El pequeño César» fue tal, que Dashiell Hammett hubo de reorientar el enfoque de «La llave de cristal», ya que inicialmente sería la historia de un pistolero, pero esto será otra reseña.