La cordura del idiota transcurre en una pequeña localidad manchega, Ascuas, cuyo único policía local, Toni Trinidad, se pasea sin mucho que hacer. Toni Trinidad tiene una hermana, Vega, que cometió el error de casarse con quien no debía. Su pareja se fugó con parte de la droga del cacique local, el Colmenero. Se rumorea que éste dio con él y lo mató para dar ejemplo a los demás. El caso es que Vega ha de pagar por lo que robó su pareja. Vega regenta un desguace y cuida de un perro adoptado: «Trípode». En el ayuntamiento, el concejal de Urbanismo y Seguridad, cuñado de la pareja de Vega, se la tiene jurada a Toni Trinidad y espera la mínima posibilidad para «suprimir la Policía Local del pueblo. Es decir, que yo perdiese mi trabajo. Esgrimía sesudos argumentos de peso, entre ellos y según sus palabras en el pleno, la poca utilidad y el gasto obsceno para el presupuesto del pueblo (…) qué coño, que un cuerpo de Policía con un solo policía no servía para una puta mierda».
En este equilibrio precario, Toni Trinidad se encuentra con el suicidio del «loco y viejo Triste». Sin embargo, nuestro policía local no las tendrá todas consigo y, en lugar de dar carpetazo al asunto, investigará por su cuenta. En paralelo, su hermana tomará un decisión que complicará las cosas aún más a nuestro protagonista.
«Es hora de cambiar mi suerte», te dices.
Te toca cumplir tus sueños, así que apagas el cigarrillo bajo el chorro del agua del grifo y metes la colilla en la bolsa de basura. Te echas la mochila al hombro y antes de salir te dices: «Merezco ser feliz, lo merezco, coño. Todo va a salir bien por una vez; sin milagros y sin putas varitas mágicas»
La cordura del idiota es una delicia de novela para los amantes del género negro. El protagonista, Toni Trinidad tiene resonancias de Jim Thompson, pero Marto Pariente le ha dado una vuelta de tuerca al personaje. Por ello, no esperen un sheriff psicópata (1280 almas, El asesino dentro de mí) en plena forma y con una sexualidad desbocada. Todo lo contrario, se encontrarán con un sheriff entrado en años y con una hematofobia que la causará desvanecimientos, tensiones y complicaciones por igual.
La novela utiliza tres puntos de vista: el de Toni Trinidad en primera persona, la hermana en segunda persona y, cuando no están presentes estos personajes, el narrador omnisciente. Esto, junto con las frases breves y las descripciones telegráficas, dinamiza mucho la historia. Además progresará en capítulos cortos y saltando de uno a otro narrador. Así, sabremos que el director del banco, después de recibir la visita de Toni Trinidad, se preguntará «si el jefe de policía local era en realidad tan tonto como parecía». Para poder contestarle, habrá de acompañarlo en su ronda. No se arrepentirá.
«Me monté en el coche patrulla y, pensando que ya habría alguien por la calle que pudiese ver cómo hacía mi trabajo, me dispuse a dar la penúltima vuelta al pueblo.
Las nubes cubrían el cielo. Por la ventanilla, los olores de la siega, del asfalto caliente y de la humedad. «Se acercan días de tormenta», habría dicho el viejo.
Y como siempre, no erraría el tiro».