Angel Dare es una estrella del cine porno retirada que dirige «Daring Angels». Su empresa da apoyo, consejo y protección para que «el montón de mujeres dolidas con la industria del porno por sentirse utilizadas supieran utilizarla en su favor». Cuenta con la ayuda de su mano derecha, Didi, también exactriz y de Malloy, expolicía duro y de pocas palabras, encargado de la seguridad de sus representadas.

Sam Hammer, director y amigo de Angel Dare, le pide el favor de que colabore en una escena con Jesse Black. El actor «probablemente el nuevo talento más caliente del negocio. Tenía veintiún años, atractivo de Hollywood y legendario por debajo de la cintura. Los ojos azules más azules. Sonrisa de niño malo». Si Angel se niega, Jesse Black, quien ha pedido expresamente trabajar con ella, se irá del proyecto y Sam tendrá serios problemas. Angel siempre amiga de sus amigos, acepta.

Realmente será una trampa (no destripo nada, se sabe desde la primera página) que la han tendido para interrogarla por un dinero que ella desconoce y por una mujer que solo vio una vez y fue cuando la visitó preguntando por una de sus actrices. Cuando los malos deciden que no podrán obtener más información de ella, se la llevarán maniatada en el maletero de un coche y Jesse Black le disparará dándola por muerta («Final de trayecto, puta»). Sin embargo, Angel Dare está solo herida y con fuerzas suficientes para telefonear a Malloy y que venga a auxiliarla.

La historia se complicará y Angel Dare, en compañía de Malloy, serán perseguidos por los malos y la policía. Al mismo tiempo la pareja investigará quién era esa desconocida que fue a su despacho y dónde está ese dinero que perdieron los malos. Ya sea por un camino o por otro, darán con los malos y Angel Dare buscará su venganza.

Christa Faust, amante declarada de los clásicos de los años cincuenta del «hard boiled», recrea ese sentimiento de tragedia, peligro inminente, hay denuncia social, tiroteos, traiciones, mucha acción… e invierte los roles. La historia la veremos a través de los ojos de Angel Dare, ella nos contará la historia en primera persona y ella será la protagonista. Tendrá sus dudas, sentimientos encontrados, jugará con las expectativas del lector y no faltarán momentos de humor negro o de atracción sexual hacia Malloy. Tampoco desmitificaciones del mundo porno: «Los tíos se enrollan con una estrella del porno y piensan que es lo que quiere realmente todos los días. Aquí te doy un consejo. Hacemos lo que hacemos en porno porque parece bueno, no porque nos haga sentir bien».

El estilo de Christa Faust es muy ágil: frases breves, por veces lapidarias, donde las descripciones de los lugares y personajes se nos dan con dos o tres pinceladas y, como el ejemplo anterior, no faltan reflexiones y apelaciones al lector.

Una advertencia: aunque la historia gire con el trasfondo del cine porno y haya acciones en locales de pésima reputación, nunca cae en la zafiedad. Al contrario, diría que como en Mike Spillane hay cierto puritanismo en más de una escena, no exenta de crítica.

En conclusión, si le gusta la novela negra, «harboiled», le gustará «A la cara». Por si le quedaran dudas, les traduzco las últimas líneas de una secuencia: «Fue entonces cuando simultáneamente me di cuenta de dos cosas. La primera, que el tipo con el que estaba peleando Malloy era el rinoceronte -el que había disparado a Sam en la rodilla-. Segundo, que tenía una pistola cargada en mi bolsa de lona». Fin del capítulo. ¿Quién no pasa la página?

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