Chester Himes comparte con Goodis y Thompson el dudoso honor de haber sido salvados de caer en el olvido gracias a la crítica francesa. En el caso particular de Himes, él comenzó a escribir novela negra gracias a un encuentro casual con su traductor y editor de la «Série Noire», Marcel Duhamel, en el vestíbulo de la editorial Gallimard. Chester Himes no estaba muy por la labor de escribir una novela de género, pero el francés lo convenció (seguramente la penosa situación económica del autor y el anticipo que le entregó ayudó mucho) Además Duhamel le dio un consejo que quedó para la historia: «Elija cualquier argumento. Comience con la acción. Alguien hace algo. Un hombre alarga una mano para abrir la puerta. Una luz lo ciega (…) Acción, siempre acción, como en el cine. No me importa lo que piensen los personajes: es cómo actúan lo que nos interesa (…) Me tiene que dar 220 páginas mecanografiadas».

      Chester Himes le entregaría «Por amor a Imabelle» en un mes. Su novela fue todo un éxito de ventas y crítica en Francia. Himes localizaba su primera novela negra en Harlem. No era el Harlem real, él creó «su respuesta a Harlem», parafraseando a Sallis, porque Himes nunca vivió en el barrio neoyorkino, ni falta que le hacía. Era negro, había conocido el mundo criminal, sufrido el racismo de los blancos y la cárcel. Con diecinueve años fue detenido estando en libertad condicional por intentar atracar a una pareja de ancianos. Saldría después de cumplir siete años entre rejas. En la biblioteca de la prisión, gracias a la lectura de revistas como «Black Mask» descubrió su afición a la escritura y llegaría a publicar varios relatos en la revista «Esquirre». La temática de sus relatos y posteriores novelas fue de denuncia social de la situación de los negros. Una vez fuera de prisión, continuará su carrera literaria, pero no logró ganarse la vida como escritor. Por ello, decidió a comienzo de los años cincuenta mudarse a Europa. Vivió en Francia, Alemania y España, donde morirá (aprovecho para recomendarles que relean la entrada de «Chester Himes, el marido negro de la rubia» que le dedicó Paco Camarasa en «Sangre en los estantes»)

«Por amor a Imabelle» daría comienzo a la serie de “Ataúd” Jonhson y “Sepúlturero” Jones. Dos detectives que «tenían que ser duros para trabajar en Harlem. Los de color no respetaban a los policías de color. Pero ellos respetaban las pistolas grandes y brillantes y la muerte súbita. Se decía en Harlem que la pistola de “Ataúd” Ed mataría una piedra y que la del “Sepúlturero” la enterraría». En esta novela, los detectives son personajes secundarios, pero hay “acción, mucha acción”. De hecho, apenas hay trama, sus personajes pintorescos, las escenas surrealistas, la vida de los negros dentro del ghetto de Harlem y el humor ácido provoca que no puedas dejar la lectura. A modo de ejemplo les resumo solo el primer capítulo: Empezamos con Jackson, un buenazas que se gana la vida en una funeraria y que cree que Hank es capaz de multiplicar por diez el valor de los billetes: “Hank se lo había demostrado dos días antes. Había convertido un billete de diez en uno de cien delante de sus ojos. Jackson había llevado el billete al banco (…) La cajera le dijo que era tan verdadero como si hubiera salido de imprenta” Le dará todos sus ahorros. No saldrá bien y, además, un policía irrumpe en su casa. Hank e Imabelle, la pareja de Jackson, logran huir. Jacskon ofrecerá al policía dinero para evitar que le lleven detenido. Como está sin blanca, Jackson robará en su trabajo el dinero prometido mientras el policía le espera enfrente de la funeraria. Cuando le entrega el dinero, el policía sobornado le dice: «Que esto sea una lección para ti, Jackson -dijo- El crimen no paga» ¿No es genial?

Jackson emprenderá la búsqueda de Imabelle por Harlem. Contará con la ayuda de su hermano, el cual se gana la vida de una forma más que chocante. Habrá tiroteos, persecuciones alocadas, crítica social, humor negro… En resumidas cuentas: una novela y un autor que le enamorará o detestará. No tiene término medio, como todos los grandes.

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