Como comenté en la entrada «Henning Mankell una infancia atípica y un ídolo insospechado para escribir Wallander«, Mankell comenzó a plantearse ser escritor desde que su abuela le enseñó a escribir con seis años, su madre le había abandonado cinco años antes. Si bien devoró todos los libros de la biblioteca de sus abuelos, sin orden ni concierto, en cambio fue muy metódico hasta dar con su voz, su estilo. Copió y recopió los párrafos, las páginas de los escritores que le atraían para analizar y comprender cómo creaban esa magia con las palabras.
Mankell siempre consideró la novela negra como un medio, un prisma en el que reflejar las contradicciones de la sociedad a través del crimen. Por ello, siempre discrepaba de la idea aceptada de que Edgar Allan Poe era el precursor de la literatura criminal. El autor sueco retrocedía su origen a la tragedia griega, donde madres mataban a sus hijos, hijos a sus padres, hermanos a hermanos… Si no había policía en esas representaciones era simplemente porque no existía, si no hubiera sido incluida. De hecho, Mankell se inspirará principalmente en esos clásicos griegos para sus historias.
¿Y en quién se inspiró para crear a Wallander? Sherlock Holmes. Sin embargo, él quería un Sherlock Holmes distinto, que se moviera, que no estuviera sentado en su despacho y que evolucionara. Después de tres novelas de Wallander, le preguntó a su amigo médico qué enfermedad le podría dar al protagonista. Su amigo, viendo su estilo vida y su dieta, le sugirió diabetes. Esto hizo aún más popular a Wallander. Era una enfermedad común que hizo que más lectores se identificaran con él. A este personaje carismático, Mankell sumó historias interesantes y provocó (y provoca) debates en la sociedad. ¿Qué más se le puede pedir?
Fuentes