No sin cierto sarcasmo, el creador de los casos de Mario Conde recuerda en varias entrevistas que el dedicarse a la literatura, no fue algo premeditado o vocacional. Sencillamente, su sueño era ser pelotero. Como Padura sabía que no podría ganarse la vida en el béisbol, decidió estudiar Periodismo. Así podría dedicarse al periodismo deportivo, pero la dictadura cubana dictaminó ese año que había demasiados periodistas por lo que cerraron la universidad. Optó por la carrera de Historia del Arte. Sin embargo, no tuvo suerte. Se estimó que había demasiados historiadores del arte por lo que cerraron también esa facultad. Se acabaría matriculando en la universidad de Literatura. Con su espíritu competitivo, recuperaría todas las lecturas que no había hecho en su adolescencia cuando practicaba el béisbol a todas horas. Luego Padura descubriría que «El béisbol es un deporte en el que, cuando no está pasando nada, está pasando lo más importante y en la literatura muchas veces ocurre lo mismo».
Acabada la carrera, escribiría críticas literarias en varias revistas, antes de dar el salto a una publicación mítica de la isla El Caimán Barbudo, donde comenzaría a prepararse para ser el escritor que vendría después. La represión dio un nuevo impulso a su carrera literaria al expulsarle en 1983 de la revista «porque consideraban que yo era una persona con problemas ideológicos». Se incorporó al periódico Juventud Rebelde. Sin embargo, el castigo resultó ser un premio. Incomprensiblemente «a todo el mundo se le olvidó que a mí me habían mandado a reeducarme». Así, le permitieron viajar por toda la isla y hacer todo tipo de reportajes para la edición dominical (incluyendo una entrevista a un muerto) con los que se dio a conocer en el país. En sus palabras «literariamente fue un gran aprendizaje». Escribiría su primera novela Fiebre de caballos y le seguiría Pasado perfecto con su emblemático teniente Mario Conde, también aficionado al béisbol.
Fuentes
Los rostros de Leonardo Padura – Agustín Garcia (Ed. Verbum, 2016)