Esta novela, un clásico en Italia, fue la primera que trató la mafia como fenómeno criminal. Por aquel entonces, la mafia oficialmente no existía: aún faltaban dos décadas para que el primer pool de jueces creado por Caponetto con figuras como Guarnotta, Di Lello, Falcone, Borsellino… pudieran plantar cara a los mafiosos y consiguieran que el estado italiano fueran creando leyes que les ayudaran a combatir los delitos mafiosos.
Sciascia, como buen siciliano, nos presenta con maestría la ley del silencio («omertá»), los vínculos entre mafia y política, la corrupción del estado, el cinismo e hipocresía. Contra todo ella, se enfrenta un idealista un funcionario de fuera de Sicilia, el capitán Bellodi, que comenzará a investigar el asesinato de un pequeño empresario, Salvatore Colasberna cuando iba a coger un autobús que le llevaría a Palermo. El autobús, repleto de gente en el momento del asesinato, se queda vacío cuando llega Bellodi a la escena del crimen. Solo es capaz de interrogar al conductor que no recuerda cuántos viajeros iban, ni quiénes eran «yo solo miro la carretera, me pagan por mirar la carretera».
La desaparición de un hombre, posible testigo del crimen, le servirá para tirar del hilo hasta dar con uno de los mandantes, un mafioso con las conexiones políticas necesarias para arreglarlo todo (o no)
El texto rezuma ironía, humor negro y decripciones antológicas de los distintos personajes. Todo salpicado con reflexiones y críticas veladas que no extrañan, hoy en día, que Sciascia temiera la censura de su obra.
Os dejo el comentario de un mafioso al que interroga Bellodi por el asesinato de Colasberno:-«Por lo que veo, para usted, la belleza no tiene ninguna relación con la verdad.- La verdad está en el fondo del pozo: usted se asoma y ve el sol y la luna; pero si se mete dentro no hay ni sol, ni luna, hay la verdad»